sábado, 27 de febrero de 2010

Infancia al Natural

Tiempos aquellos ¿hace mucho? ¿Hace poco? ¿Quién lo sabe con certeza?
Con eso de que el tiempo es relativo.
Más en la infancia, cuando el día puede volverse varios días.
Múltiples sueños y despertares, múltiples soles, múltiples lunas, misma fecha.

Tiempos aquellos. Prístina Inocencia.
En las noches, creía que el canto de los grillos era el de las estrellas.
En el día, creía que las mariposas querían ser perseguidas.
En las tardes me angustiaba ver el sol apagándose en el horizonte.

Me enojaba la abuela, que partía el cielo con una cruz para detener una tormenta.Qué ocurrencias. Mejor hágase señor tu voluntad. Viva la lluvia. ¡Niño incrédulo!

Ah! qué facilidad contestar un examen de las ciencias naturales:

¿Qué es un cometa? La estrella con cola de novia que adorna mi cielo.
¿Qué es un río? El que cruzo cada día, el que me baña con sus aguas.
¿Qué es el agua potable? La que saco del pozo y la que bebo del río.
¿Qué es naturaleza? Las ramas del sauce en que me columpio,
el nido de la calandria, los pececitos huyendo a mi paso,
el canto de las aves, las mujeres bañándose en el río, lo que siento.
¿Qué es un huracán? Todavía no lo sé maestra, soy niño.
¿Qué es contaminación? No sé maestra, creo que fumar.
Define un manantial. Sus ojos, maestra.
¿Qué es la luna nueva? Su sonrisa, maestra.
¿Qué es el cielo? Su vestido, maestra.
¿Y el mar? El cielo líquido.

El tiempo se acabó.

Nombre del alumno: Guillermo

sábado, 6 de febrero de 2010

Sonidos de la naturaleza



Una vez más frente a la ventana,
ahora en el amanecer.
Las aves rezan en su idioma.
Revolotean, juguetean y vuelan en busca del sustento.

Nube ágil de alas y piquitos silbantes. Rosarios del cielo.
Me quedo absorto ante los cantos,
y reflexiono sobre los magníficos sonidos de la naturaleza.

Me traslado hasta los senderos en el bosque,
la ribera del río y las olas del mar.
Me siento como lobo cantándole a la luna.

Caída de agua en un riachuelo,
canto de la lluvia, silbidos del viento,
olas en vaivén; cuánta paz.

Estruendo de un volcán en erupción,
rayo candente, rugido de la fiera,
ráfaga estridente; cuánto temor.

Canto de la golondrina alicerrada,
del tordo cabecicafé, del cenzontle, la tenca,
el horneo, el petirrojo; cuánta dulzura.

Pero querida…nada comparado con el dulce tono de tu voz,
y los sonidos de tu propia naturaleza.

Tus palabras, murmullos de arroyo; cuánta ternura.
Tus besos, estruenditos del cielo; cuánta pasión.
Tu respiración, el eco de tu alma; cuánto amor.
El latido de tu corazón; mi vida.

Ahora despierto.

Guillermo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Lluvia de invierno



Lluvia del cielo, regalo de la naturaleza. Primero, vapor de agua condensada en nubes de formas fugaces. Para unos, intercambio de cargas eléctricas, átomos, moléculas; para otros, corderos, corazones, osos, ángeles, tu rostro. Después, caes de lleno mojando el campo, los bosques, y mi piel curtida por el tiempo. ¿Sabes? Me gustas a todas horas. Por las mañanas, me haces pensar en la brisa de los mares, en un velero sorteando las olas con rumbo a su destino, en los risos suaves de un hada. Por las tardes me asombro al ver que cada gota descompone la luz del sol para formar el arcoíris, con un brillar multicolores que supera a los diamantes. Gotas prismáticas ¿Me equivoco o veo el color de tu vestido, el rojo carmín de tus labios, el tono claro de tu piel y el iris de tus ojos titilantes? Te observo y creas mi propio cambio climático. De noche….de noche me despiertas, con tu arrullo de arroyo, con tus golpecitos en mi ventana. Me haces levantarme para verte. Te escucho, te contemplo, despiertas mis sentidos. Puedes ahora volver al cielo, me doy cuenta que has llegado de esta forma.

Guillermo.