viernes, 28 de agosto de 2009

METAMORFOSIS

En la naturaleza existen cambios de forma, tan abruptos en ciertos seres, que me hacen pensar en la resurrección y la reencarnación. Seres que entran en letargo absoluto, por semanas, meses o años, para despertar totalmente transformados, en otro cuerpo, con otra imagen. Larvas…crisálidas...mariposas…pupas…escarabajos…anfíbios.


Metamorfosis. Seres que se transforman de manera extraordinaria, de un ser ápodo que se arrastra en el suelo, a un mágico ser alado, de colores brillantes, que aletea frágilmente, de flor en flor. Seres acuáticos, cuyas branquias y aletas se transforman gradualmente, para abandonar el agua, conquistar la tierra y pregonar con cantos dicha conquista.


¿No es acaso esto fantástico? Para mí, lo es.


Pero tú, mujer, posees una magia que supera cualquier metamorfosis. Tú te transformas a placer, en ángel, en lava candente, en imán, en sinfonía, en ave tierna, en nido de gorrión, en bambú, en gota de rocío, en fiera silvestre si es necesario. Y por si fuera poco, te transformas por partes… cuando lo deseas. Tus ojos se convierten en manantiales cristalinos, en espejos de mi alma; tus labios en fuentes susurrantes de amor; tus brazos, en listones de seda; tu cuello, en ríos de flores silvestres; tu vientre, en mi pradera; tus manos en pétalos de rosa o en olas; tu recinto, en mi bosque donde encuentro la serenidad, después del desenfreno.


Me asombro de reconocerte en cada una de tus formas. Y me regocijo. No diré lo común.


Siempre cambia.

Guillermo

sábado, 15 de agosto de 2009

Islas del cielo...en la tierra

Posted by Picasa


En la parte suroeste del los Estados Unidos de América y noroeste de México, se encuentra un conjunto de montañas dispersas, aisladas entre sí por extensos valles, pastizales y desiertos, que emulan islas de un archipiélago, surgiendo majestuosas de las planicies, como queriendo alcanzar el cielo. Precisamente estas montañas son conocidas como Islas del Cielo (Sky Islands), nombradas así por Weldon Heald en 1967. Arizona, Nuevo México, Sonora y Chihuahua son estados afortunados en poseer estos ecosistemas. Estas montañas son especialmente ricas en flora y fauna, conteniendo cada una inclusive especies únicas, endémicas en la jerga científica. Desafortunadamente, la información existente sobre las islas del cielo es poco conocida; en primer lugar, en mi opinión, porque el conocimiento está dirigido hacia un público altamente educado, amantes de la naturaleza, estudiantes de las ciencias biológicas, observadores de aves, científicos, recreacionistas. Nada que ver con personas adictas al bullicio, a las prisas, a los centros comerciales, etc. En segundo lugar, porque el idioma parece imponer una barrera, pues a pesar de la era de la información en la internet, poco obtienes si usas como palabras clave “islas del cielo” en comparación con la palabra “sky island”.

A estas montañas y a un ser místico que puede habitar en ellas, o en el mismo cielo, dedico estas breves palabras.


Con formas caprichosas, emerges de un mar de desiertos, como queriendo llegar a cielo. Y desde tu cima, iluminada por el sol, contemplas un mar diferente, con olas de pastizales, horizonte cristalino y cielo estrellado al anochecer. Eres muy generosa ¿sabes? pues alojas a un sin número de seres, desde una mimosa de foliolos tímidos adornando tus faldas, encinos que rodean tu cintura, hasta un magnífico abeto azul, con corteza de corcho…coronando tu cien…suave como tu piel misma. Coyotes, osos, pumas, colibríes, pájaros carpinteros, mariposas…crótalos confiados. ¿Huachuca, te suena esto familiar? ¿Recuerdas acaso si he recorrido tu superficie y admirado tu belleza? Sí, lo eres tú, pero también lo son las Chiricahua, las Pinaleño, Santa Catalina y una montaña de nombre celestial por naturaleza, porque verdaderamente llega al cielo. Entre nosotros, puedo decirte a ti, isla del cielo, que el paisaje que te rodea, y tu belleza, sólo es comparable con el tranquilo valle del vientre del ser que amo, cortado abruptamente por el relieve de sus pechos, donde encuentro la paz. Me gusta recorrerte, a mi manera, desde tus pies hasta tu cima…y viceversa. Me gusta estar en lo más alto de ti..porque cuando volteo hacia arriba veo reflejada la sonrisa de tu rostro, dibujado en esa luna, que gira a prisa para volverme a ver.

Guillermo.

viernes, 7 de agosto de 2009

Fuego Silvestre

Todo inicia de manera repentina. Algunas personas lo esperaban, con ansias, aunque sin precisión sobre el momento. Otras quedan sorprendidas ante esta llama insospechada. Humo en el horizonte, nube marrón empeñada en eclipsar el sol, señal inequívoca de un fuego creciente. ¿Cómo te inicias? Tal vez no lo sabré. Quizás simplemente fue un descuido, una brasa en el camino, la energía del sol concentrada en un cristal o una descarga electrizante surgida de los cumulonimbos en el cielo. Pero ahora estás presente y no puedo más que hacerte frente.


Fuego silvestre…y pensar que eres capaz de darme vida o muerte. ¿Acaso también surges del rescoldo del pasado? Tampoco lo sabré. Llamas que abrasan. En tiempos te disfruto por mi instinto natural; en otros, no te temo, te respeto por lo que eres. Noches iluminadas. Rosarios de lumbre abiertos a lo lejos. Pavesas flotantes. Remolinos propios. Fauna desesperada en busca de refugio. Rastrillos, palas, moto sierras. Copas ardientes de árboles ancestros. Conos serótinos esperando ser quemados para liberar esa semilla resguardada. Aves de acero vaciando estelas de espuma retardante. Brechas construidas con desesperación cuando sientes que te quemas. Hombres arriesgados lanzándose al vacío. Mujeres decididas, estoicas, apagando este fuego tantas veces deseado.


Tú y yo en medio de remolinos ardientes. Sentidos alertas a lo máximo. Fuego te siento en la piel, en mis ojos, en todo mi cuerpo. Los días pasan y no te apagas. Dormir no puedo en este momento. Te huelo, te respiro, escucho tu rugir salvaje. Ríos de sudor en tus sienes. Cuerpos combatientes llenos de energía, incansables, al ritmo que la situación demanda. Corazones palpitantes. Emociones múltiples. Lágrimas incontenibles. Pañuelos cubriéndonos el rostro. Ojos desorbitados. Garganta ardiente. Agua… ayúdame a apagar mi sed. Quiero que llegue tu lluvia abundante a apagar este fuego que me quema. Pero no te extingas…por ti vivo… ahora quiero la tibieza reconfortante de tus brazos.


Guillermo.


Nota: La fotografía utilizada en este escrito (Fuego silvestre) fue tomada de la galería de Slworking2 en Flickr y tiene una licencia de Creative Commons de Reconocimiento-No comercial 2.0 Genérica.

martes, 4 de agosto de 2009

Las estaciones del año y de la vida

En algunas partes del mundo, no muy cerca ni muy lejos de los polos, las estaciones del año son tan marcadas como las estaciones de la vida misma. Qué privilegio para quien habita estos lugares y para quien aprende a disfrutar sus propias estaciones, pues cada una tiene su encanto. En la primavera, se incrementa la actividad animal en general. Se hace evidente el reclamo y el canto de las aves. Los seres adormecidos despiertan con la tibieza de los rayos del sol. El instinto de procrear se extiende inclusive al ser humano, en el inconsciente, disfrazado de una atracción inexplicable, amistad profunda, amor, lujuria…demencia temporal. Las plantas pioneras hechizan con sus brillantes colores -amarillo, violeta, azul rosa, etc.- e invaden con sus aromas, provocando múltiples estímulos. Retoños y rebrotes vigorosos. Muchos insectos, emergen de sus capullos, transformados por la magia de la metamorfosis que los trasforma de gusanos repelentes en atractivas mariposas carismáticas, libélulas de alas transparentes, avispas de colores aposemáticos. La primavera es ansiada con vehemencia por muchas personas, llegando a idealizarla, buscando hacerla eterna; sin embargo, la eternidad de una estación sufre el riesgo de la monotonía, lo mismo que el invierno de los polos. En lo particular, prefiero los cambios, que renuevan y mantienen el dinamismo de la vida a pesar de la muerte.

El verano, te invita a vivir esa experiencia proporcionada por los elementos de la naturaleza. La lluvia, las tormentas, los vientos huracanados, el tiempo inestable, impredecible, turbulencias. Espacios, situaciones y momentos que implican retos, esfuerzo, compromiso. La vida en su máximo esplendor. Interacciones múltiples, mutualismo, depredación, parasitismo. Críos y renuevos luchando por sobrevivir, buscando su propio espacio. Nodrizas protectoras. Ancestros negándose a morir. Juveniles viviendo al límite. Ríos de fuertes corrientes...brisa del mar que te apacigua al atardecer…olas que acarician tu piel, bruma en el horizonte que, a su pesar, te permite disfrutar el sol. Savia abundante, fruta madura…epidermis tersa, cierta dulzura, con algunas huellas del tiempo. Verano, una estación…que decir…para vivir.

El otoño, con sus colores de añoranza: rojo, anaranjado, amarillo, violeta. Suave ruido de las hojas, que se desprenden de los árboles caducifolios y adornan el suelo. Viento frío que comienza a sentirse en las mejillas, acentúa las huellas del tiempo, pero invita a contemplar el azul profundo del cielo y la transparencia de tus ojos. Paisajes multicolores, que invitan a la serenidad y a revivir las sensaciones de otros tiempos, ahora sin prejuicios. Fauna en busca de resguardo para la próxima estación. Noches largas, oscuras, frías al exterior, pero tibias en tu refugio, sea éste un nido de hojarasca, una cueva bajo las rocas, o los brazos del ser amado. Cielo estrellado, o iluminado por una luna blanca, nítida…polvo de plata que adorna tus sienes. Sorpresivas erupciones volcánicas ajenas a los cambios de estación…movimientos telúricos que se extienden a cuerpos sinuosos….lava candente, abundante, letal en ciertos casos, maravillosa en otros, creadora de formas y sensaciones caprichosas…vida inesperada.

El invierno, detestado por muchas personas, tiene su encanto especial. El manto blanco sobre las copas de los árboles, imitado por las cabezas de las personas que se acercan a la sabiduría. El suave crujido de la nieve bajo tus pies…las huellas blancas que indican tu camino andado, la satisfacción de haber llegado. La belleza inigualable de tu sonrisa, el hálito emanado de tu boca, el color rojo de tu nariz, tus ojos húmedos y parpadeantes. Tu cuerpo estoico. El frío, ciertamente puede ser inclemente…letal en ciertos casos; pero en su parte positiva, no hay nada como observar la suave caída de la nieve, mientras reposas en tu lugar preferido. El humo de las chimeneas, el aroma a leña quemada, resina de árboles, el pan de trigo. La fauna despliega los dones perfeccionados por la naturaleza. El letargo invernal de los osos, el pelo extra del bisonte, los insectos enterrados en el suelo, en el raquis de los conos o bajo la corteza de los árboles. El pájaro carpintero y las ardillas visitando con frecuencia sus bancos de bellotas. El invierno te invita a compartir el calor con tus semejantes. El invierno no es el final, porque se acerca otra vez la primavera. La vida es un gran ciclo con muchos ciclos intermedios. Aprende a vivir cada una de las estaciones… del año…y de la vida.

Guillermo.