Pensaba escribir algunos aspectos técnicos de este árbol tal vez una ficha técnica o algunos datos sobre su ecología. Pero, en vez de ello, mejor escribo sobre su majestuosidad y sobre la experiencia de tener la oportunidad de conocerlo, ya que se encuentra en peligro de extinción de acuerdo con las normas nacionales de México y de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En lo técnico, solo diré que es una conífera cuyo nombre científico es Picea chihuahuana. Sólo existe de forma natural en pequeños parajes de la Sierra Madre Occidental en los estados de Chihuahua y Durango México. Hay parajes en donde sólo existe un árbol, en otros cinco, en otros 17 y en otros algunos cientos. Pero en total no existen más de 20 mil árboles adultos de esta especie. En otros países tal vez solo exista por su importación de alguna forma no regulada. Yo conocí un ejemplar en el Arboretum de la Universidad del Norte de Arizona, en las faldas de las Montañas de San Francisco, que uno de mis profesores importó como regalo cuando era apenas un arbolito de 15 centímetros.
Pero bueno, lo que quiero contar es que el conocer este árbol es una experiencia única. Caminar por los parajes donde crece lo hace a uno viajar en el tiempo, a la época de los dinosaurios, pues se calcula que se originó por aquellos tiempos, hace millones de años. Al llegar a alguno de los lugares donde habita, el aliento se detiene, para enseguida tomar bocanadas de aire puro, fresco, con olor a sus hojas y corteza. Todo es perfecto, pues donde crecen siempre hay un arroyo de aguas cristalinas que les proporciona humedad. Además son lugares tan lejanos que sólo los nativos, profesionales del bosque y científicos tienen la oportunidad de conocerlos. Por eso al llegar, todo es naturaleza pura, cantos de aves y ardillas, el ruido del arroyo, el crujir del suelo al paso de los pies, silbidos del viento, frescura en el rostro. En el invierno se cubren de blanco con la nieve mientras los arroyos se congelan. Recuerdo y siento todas esas sensaciones.
La forma cónica de este árbol es perfecta y tiene un follaje verde azulado, pero debo decir que es para verse y admirarse, más que para tocarse, pues sus hojas son como espinas, como se ilustra en la fotografía de abajo. Algunos le llaman Pinabete Espinoso y con justa razón. Escalarlo requiere de una ropa especial, guantes y lentes protectores. Además mide hasta 45 metros de alto. Diré en secreto que estudiar este árbol, más que un trabajo es algo recreativo, como un privilegio. En vez de querer terminar el trabajo, quisiera uno extenderlo. Yo lo conocí por primera vez hace 25 años y desde entonces es uno de mis favoritos.
Ahora que escribo esto me da nostalgia sobre su posible extinción. Se que yo me extinguiré antes que ellos, pues llevan millones de años en la tierra y han logrado persistir. Según la información científica con estudios de polen, hace unos miles de años existió hasta el centro de México. Sin embargo, ante la evidencia de los cambios de clima es necesario pensar en fomentar más su conservación, pues ahora es un relicto. Hace 14 años hice un estudio, para encontrar lugares donde pudiera crecer esta especie de forma natural o en plantaciones. Recuerdo cuando descubrimos un paraje que solo tenía un árbol y otro cinco. Por suerte, hace poco me han pedido información de ese estudio que me parece servirá para fomentar su recuperación. Se que pocas personas tienen la oportunidad de conocer en vivo una especie en peligro de extinción y por eso comparto con ustedes estas fotografías y algo sobre ella. Espero que les guste.
Guillermo.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar